viernes, 26 de julio de 2013

¡Ponte guapa!

Hoy nuestra colaboradora Marga nos cuenta cómo vivió los primeros síntomas y el proceso diagnóstico de la enfermedad de su hija. Ante una situación difícil nos aconseja cuidarnos y "ponernos guapas y guapos" para demostrar a nuestro familiar que le queremos y nos queremos.


Los primeros años de la enfermedad de mi hija fueron terribles. Después de un largo peregrinar, de médico en médico, sin lograr un diagnostico definitivo, la ingresaron en el Hospital de Torrecardenas y empezó otro peregrinar, de planta en planta, otorrinolaringología, ginecología, digestivo... sin resultados concluyentes.

Una mañana se persona un médico nuevo y después de los buenos días dice “te hacía de menos Yolanda,  pregunté y me dijeron que te encontrabas aquí”. Él hacía prácticas en su planta. Le hizo unas pruebas y dijo “me la llevo conmigo”, era neurólogo, Alfredo Casado Torres. Una esperanza para nosotras, no sabíamos a qué atenernos. Más pruebas, resonancia, médula,...cuando todo estuvo claro me llamó a su despacho y me dice “Tu hija tiene una esclerosis múltiple muy avanzada”. No tenía ni la más remota idea de lo que me estaba diciendo; lejos de venirme abajo pregunté y pregunté, quería información, tenía que saber a qué me enfrentaba, leí todo lo que pasaba por mis manos sobre la enfermedad, con la ayuda de Alfredo me puse al día. Tengo que decir que Alfredo ya hace años que nos dejó aunque permanece en nosotros pues fue un soplo de aire fresco, un gran profesional, un amigo y sobre todo humano, muy humano, no tenía horario ni festivos, ni fines de semana, siempre estaba de guardia para sus pacientes, 365 días al año.

En los primeros ocho o nueve meses de su enfermedad los brotes eran continuos, muy seguidos e intensos, no me separé de ella ni un solo momento, mis hijos venían los fines de semana a vernos, la pequeña solo tenía ocho años y siempre me decía: “Mamá, que guapa estás” era una forma de decirte te necesito, yo la abrazaba y le decía que su hermana aunque mayor me necesitaba a su lado. Fue muy duro para todos pero mis hijos jamás me vieron triste o agotada. Yolanda siempre me vio pintada y arreglada, con una sonrisa de oreja a oreja dispuesta a todo, esto también se aprende. El amor se demuestra con el trabajo de cada día, con la ilusión de saber que lo que haces te sale del corazón y no porque sea tu obligación. Una de mis premisas era que mi niña no me viera nunca mal, desanimada, mi aspecto tenía que ser un acicate para ella. El amor tiene muchas caras y para un enfermo la mayor muestra de amor es estar feliz a su lado, que no se sienta una carga. Desde estas líneas yo os invito a poneros guapas o guapos antes de entrar en la habitación y con una sonrisa, ya veréis que cambio se muestra en el cuidador y el enfermo; es como quiero yo a mi hija queriéndome a mi misma.

Entré en el hospital con  Yolanda andando y salí con mi hija que apenas se podía aguantar de pie, pero esto será otro día, solo deseo que esto pueda servir para que alguien diga “mira hoy me arreglo yo primero y cuando esté lista voy a cuidar a mi familiar como todos los días pero con otro ánimo”, si alguien lo hace seguro que su familiar le regalará una bonita sonrisa de agradecimiento y amor.  

Fdo: Marga.                      

Aclaración en este escrito: Quien hacía prácticas de enfermería en Hospital de Torrecardenas era Yolanda, D. Alfredo Casado Torres ya era un reconocido neurólogo y fue la figura imprescindible para que la recién creada asociación de EM en Almería comenzara su andadura, también fue colaborador de la revista a nivel nacional.

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